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Un día en la justicia militar

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Los militares están acostumbrados a largas jornadas de trabajo y poca paga, pero siempre la moral lo tienen en lo más alto porque el simple hecho de que saben que están cumpliendo con deber como soldados.  

La camaradería que se vive en los cuarteles militares conocido como espíritu de cuerpo lo hace salir avante de cualquiera de las situaciones peligrosas y complicadas que vive cotidianamente, sabe que los recursos son pocos pero que el gancho (fiado) en el casino militar lo hace fuerte para a completar el bofe que suele ser deficiente y de mala calidad.  

Pero el peligro más grande que vive Juan Botas no es enfrentar al crimen organizado, a los delincuentes comunes, ni siquiera los grupos de colectivos defensores de derechos humanos, ni los grupos de pobladores manipulados por los grupos criminales que por proteger sus intereses utilizan a mujeres y niños para salir a manifestarse y agredir a Juan botas y sus compañeros.  

El peligro más grande no es ni siquiera la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), ni siquiera mafiosos pseudo luchadores de derechos humanos como Raymundo Ramos, el peligro más grande para Juan Botas es caer en las manos de la justicia militar, si así es, déjenme les explico el por qué.     

Juan Botas sale como todos los días a realizar su trabajo de seguridad en sus funciones como elemento del ejército mexicano, armada de México o guardia nacional que ustedes quieran poner de ejemplo para este ejercicio.  

De pronto, en sus recorridos de seguridad surge lo que se ha vuelto cotidiano: un grupo de civiles armados que al verse sorprendidos por los elementos militares inician un enfrentamiento. 

Este termina con civiles abatidos, detenidos y elementos militares heridos o muertos, siendo una nota más en las noticias a menos que por ahí algún erudito en seguridad desde la comodidad de su teléfono celular inicia una investigación con peritaje incluido y determina que existió un a ejecución extrajudicial. 

Esto llama la atención, primero, de algunos medios amarillistas o afines a grupos criminales que retoman la noticia, y después los medios de comunicación más serios e importantes del país notan interés y la noticia termina asegurando que existió una ejecución extrajudicial por parte de los elementos militares. 

Los medios retoman entonces el tema de la militarización y el militarismo sin entender ni siquiera los conceptos, lo que hace que en unos días Juan Botas y todos sus compañeros sean visitados por los hombres de negro de la Policía Ministerial Militar -anteriormente judicial militar-, utilizando los métodos de investigación más novedosos que se conocen, como lo son la tabla, capucha y chicharra. 

Estos hombres de negro hacen entrevistas ilegales, donde parecería que sacan los datos de los entrevistados en las más increíbles historias de espionaje combinado con la Rosa de Guadalupe; inventan investigaciones para justificar su trabajo, olvidando en todo momento que dichas entrevistas son ilegales, tomadas bajo tortura, intimidación, faltos de cualquier técnica jurídica y de investigación. 

Estas indagatorias, además, son agregadas a las carpetas de investigación y cuando Juan Botas y sus compañeros comparecen ante una agencia del Ministerio Público Militar, lo primero que le manifiestan es, ¿qué crees mi querido Juan?, aquí dice que ya declaraste esto, así que si se te ocurre cambiar tu declaración te vamos a tener que iniciar una carpeta a ti por todos los delitos militares que se les ocurran. 

Y por si había duda o algo no termina de cuadrar de forma que los convenza, hacen una ampliación de declaración para terminar de incriminar a Juan Botas y a sus compañeros.  

Inmediatamente se les envía ante un juez de control militar y como en todos lados hay un par muy buenos y decentes, hay otros que, por si hacía falta algo en la audiencia de vinculación a proceso, que por lo general defiende un subteniente o teniente proveniente del ámbito civil como defensor de oficio, se ve el contraste con el fiscal militar acusador, todo un jefe militar con el grado de mayor quien imputa delitos, solicita vinculación a proceso, prisión preventiva oficiosa o justificada. 

Y si algo le faltara a todo esto, tiene a esos jueces de consigna que le perfeccionarán la petición, siendo así como Juan Botas llega a la prisión militar que ustedes quieran, la de Jalisco, Mazatlán o Ciudad de México.  

Cuando Juan Botas y sus compañeros se percatan, ya se encuentran en una prisión militar acusados de todos los delitos que se puedan imaginar y lo peor es que se acusaron entre ellos mismos y nunca entendieron ni supieron qué fue lo que paso. 

Es aquí cuando algunos de sus familiares buscan el apoyo y asesoría de algún abogado litigante civil en materia penal militar que, aunque somos pocos en todo el país, la mayoría nos conocemos y respetamos y sabemos que para postular asuntos en materia militar no solo se necesita saber de la materia: hay que tener los suficientes arrestos para soportar las amenazas, intimidaciones, malos tratos, poca paga, exceso de trabajo. 

Sin embargo, la profesión está llena de pocas pero muy gratas satisfacciones, siendo así como Juan Botas y sus compañeros empiezan a sentir el rigor de todo el sistema. 

Como es de esperarse y después de revisar la carpeta judicial, los videos de la audiencia de vinculación a proceso y toda la información referente al asunto legal, -percatándose de todas las violaciones procesales, de derechos humanos, de debido proceso y se inician los recursos leales, como amparos, quejas, apelaciones- es cuando, curiosamente, el fiscal militar se convierte en amigo de Juan Botas. 

Le explica que la situación es muy complicada, que debe entender que esto se hizo para cuidarlo y protegerlo, porque de lo contrario lo llevarían a una prisión civil donde su integridad física y la de sus compañeros estará en riesgo por obvias razones. 

Le dice que debe pensar en su familia, que si sigue su abogado moviéndole ya no estarán en posibilidades de poder protegerlo, por lo que Juan Botas está nuevamente en una encrucijada, pero decide ya no confiar en la justicia militar 

Entonces, sigue con su aguerrido abogado particular, mismo que demuestra toda la clase de violaciones y torturas, consiguiendo que la justicia militar se excuse de conocer del asunto, no sin antes haber recurrido a un juzgado federal de amparo en materia penal. Así, Juan Botas cree que por fin podrá obtener justicia ante los juzgados federales o del fueron común en materia penal, pero está muy equivocado, porque inicia nuevamente otro peregrinar para obtener justicia. 

Ante el Juez Federal competente se inicia la causa penal correspondiente, pero curiosamente los juzgados federales por lo general no convalidan las actuaciones judiciales realizadas por la justicia militar y dan por ciertas las actuaciones judiciales. 

Por ello, no importa que existan pruebas de tortura para obtener declaraciones o la retractación de las mismas, para el juzgador federal existen imputaciones de los mismos militares contra militares sin importar que se haya demostrado que las mismas deberían carecer de todo valor por la forma en que fueron obtenidas. 

Así,  después de mucho pelear, batallar, ser sentenciado en primera y segunda instancia, de una lucha feroz de sus familiares y abogados, es por fin que llega ante un tribunal colegiado, por fin Juan Botas, después de haber sido torturado, abandonado, criminalizado, defenestrado, exhibido ante medios de comunicación -en algunos casos hasta abandonado por su familia-, por fin tiene una posibilidad real ante tres magistrados que no lo conocen, jamás lo han visto, pero que procurarán darle justicia, si es que tiene los elementos jurídicos necesarios y la suerte de que se interesen en su asunto. 

En este caso supongamos que Juan Botas recupera su libertad y es absuelto de todas las imputaciones que pesaban sobre su espalda. Obtiene su libertad e incluso puede recuperar su estatus de militar y es donde nuevamente tendrá que revivir sus andanzas en la justicia militar, ya que le pondrán todos los pretextos posibles para no reinstalarlo en su puesto. 

Lo mandarán a dar todas la vueltas posibles, pero Juan Botas, después de los 12 años que pasó peleando en los juzgados militares y federales, está acostumbrado a las adversidades. Le toca ser amenazado por los diferentes superiores militares, ser tachado de delincuente, de civilón, de ser una escoria de la sociedad, una mancha en la institución militar. 

Pero, sin importar todo eso, Juan Botas es reinstalado y mandado a su nuevo destino en la unidad más recóndita de la república mexicana, digamos Guerrero Negro, cuando de repente le envían un C.E.I., donde le manifiestan que los haberes de los últimos 12 años que se le deben de reintegrar en una sola exhibición y que en teoría ascienden a varios millones de pesos por haber salido absuelto solamente serán unos $240,000.00 (doscientos cuarenta mil pesos 00/100 M.N.). 

De los cuatro millones de pesos que le correspondían, Banjercito se cobró a lo chino poco más de un millón de pesos por el adeudo que tenia de ellos por haber solicitado un prestamos quirografario por quince mil pesos. 

Asimismo, le cobrarán el pago de impuestos que corresponde a SAT (Servicio de Administración Tributaria), cercano a casi otro millón de pesos. Y por último, existen varios conceptos que le corresponderían cobrar pero que ya fueron ejercidos y etiquetados y que por lo mismo no le serán pagados, siendo así que Juan Botas nuevamente después de 12 años de estar en prisiones militares y federales, viviendo un infierno para poder demostrar su inocencia, sale viejo, quebrado y en la mayoría de los caso sin familia, solo por el simple hecho de que para la justicia militar Juan Botas no es más que otro número de matrícula desechable en esta espiral de protección en la justicia de mando de la jerarquía militar. 

Es curioso que cuando Juan Botas se ve involucrado en un problema legal por cumplir con las órdenes del alto mando, puede ser desechable, pero cuando es el alto mando es que está en problemas, es incluso obligación de Juan Botas cuidar el buen nombre del alto mando. 

¿Será acaso que lo que le sucede al alto mando fue creado por el mismo alto mando?, ¿Será acaso que ahora se ha dado cuenta el alto mando que, así como se sacrificó a Juan Botas por el interés de la imagen institucional, también le puede pasar al alto mando?, 

¿Podrá esto dejar una lección al alto mando sobre que a cualquier lo pueden incriminar sin pruebas solo por cuidar la imagen de una institución?, ¿Será acaso que el alto mando por fin entenderá que no puede dejar en el olvido ni sacrificar a su personal por cumplir interese mezquinos de unos cuantos? 

¿Será posible que por fin el alto mando haga una limpia en la justicia militar, que solo ha sido utilizada como justicia de venganza por algunos cuantos? 

Todas estas preguntas tarde o temprano serán contestadas, pero lo que si queda claro es que los elementos militares no solo son valientes; son también estoicos ante la que debería ser su aliada que es la justicia, pero que cuando se combina con militar se convierte en su peor pesadilla.  

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César Gutiérrez Priego
César Gutiérrez Priego

Abogado, especialista en derecho penal, militar y seguridad nacional. Catedrático, libre pensador.

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1 pensamiento sobre “Un día en la justicia militar”

  1. Cesar me parece lamentable esta situación que ejeplifícas y lamentable me parece también que sigas tratando con respeto a la institución que tanto mancilló a tu señor padre a órdenes de Cervantes Aguirre.

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