Saltar al contenido
Inicio » SEDENA » Un soldado siempre será un soldado

Un soldado siempre será un soldado

Hace unos meses, en alguno de los grupos de WhatsApp donde todos los días se comparte información, rumores y a veces fake news sobre seguridad y defensa, algún colega tuvo a bien preguntar dónde podría conseguir este libro, cierto militar respondió que es muy recomendable, despertando el interés de quien esto escribe; por tal motivo, esta columna se trata de una reseña acompañada de un glosario de términos militares derivado de la lectura de la obra. 

Quien esto escribe, en su afán de conocer a las fuerzas armadas, ha leído cientos de libros sobre seguridad y defensa nacional, historia militar, estrategia, sociología militar y un largo etcétera, particularmente aquellos textos escritos por militares en retiro, de los cuales, una mayoría abrumadora son generales que publican sus tesis de obtención de grado, autobiografías y a veces, ensayos doctrinarios que intentan adivinar -a veces sin éxito- la diferencia operativa entre seguridad interior y seguridad pública. En realidad, mi curiosidad inicial era sólo de conocer otra perspectiva sobre la situación del Ejército Mexicano.

Debo confesar que nunca había llegado a mis manos un libro escrito por un militar de tropa que se dio de baja, esto incentivó aún más mi curiosidad por su contenido. El texto corresponde a la autobiografía y experiencia profesional de Osvaldo Rodríguez, quien se identifica como militar retirado y residente actual de Estados Unidos.

Portada de Un soldado siempre será un soldado. Osvaldo Rodríguez (2020). Centinela Publishing, Texas USA.

Los siete capítulos que integran la obra narran a detalle la experiencia personal de Rodríguez en toda la complejidad que rodea la vida de un militar: 

Desde la reacción de los familiares cuando se elige la carrera de las armas, pasando por la experiencia del reclutamiento, la dureza del curso básico (llamado en ese entonces Curso Básico Individual, C.A.B.I.) que todo militar debe cumplir satisfactoriamente para pertenecer al glorioso EjeMex, el cambio del nombre de nacimiento al “nombre de guerra” (ciruelo, mensolín, mejoral, yogui, pico chulo, nazi punk, etc.), así como la dureza de cursos de especialización y los correctivos disciplinarios pero también las anécdotas sobre el espíritu de cuerpo y la sensación de los desfiles militares.

Entre los episodios más memorables se encuentra el contraste de tres experiencias de reclutamiento: 

Mientras al aspirante Osvaldo le tocó renunciar a un primer intento de darse de alta debido a la falta de dinero para pagar una especie de “cuota no oficial” que indirectamente le exigía el sargento de reclutamiento para “agilizar su trámite”, la perseverancia del aspirante Oscar que fue premiada por el general Enríquez para causar alta. No obstante: 

“No fue fácil, y menos para mí, levantadas temprano, marchas forzadas, orden cerrado, adiestramiento tras adiestramiento, nuevamente levantadas temprano, poca franquicia, tablazos, ladilladas, mentadas de madre, jiricuazos, más leña, menos bofe, más carrilla, y así sucesivamente se fueron los dos meses (…) los tablazos me habían forjado, mi semblante era otro y hasta mis facciones faciales habrían cambiado por cierto aire de rudeza” (Rodríguez, 2020: 77, 78). 

El aspirante Chilo decide seguir los pasos de su hermano, historia común en las familias militares. Los tres aspirantes tuvieron en común escuchar la frase de penitencia de los novatos del medio militar: “No tendrán ni derecho de portar las insignias que van a colocarles en las hombreras. Ni siquiera tendrán derecho al aire que respiran (…)”. (Rodríguez, 2020: 174).

El libro también da ejemplos de algunas prácticas que contradicen a todas las situaciones contempladas en los códigos militares: De la discriminación, clasismo y límites territoriales entre los del CABIR (Curso de Adiestramiento Básico Individual Regional) y los del curso básico de Fuerzas Especiales, GAFES (Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales): 

“(…) seis meses les tocaba de adiestramiento, era un acontecimiento sin precedentes en la XI Región Militar, los primeros GAFES de ese lugar. Los apodados: Rambitos, Come Perros, Los Locos, Los Gafes. 

Estoy loco, estoy demente y me gusta la explosión,

Pisar tu calavera una bella sensación

Yo nunca tuve madre, ni nunca la tendré,

La única que tuve ayer yo la maté.” (Rodríguez, 2020: 152).

Más adelante el autor narra la experiencia, muy poco común, del cambio de ubicación geográfica de todo un batallón, así como la percepción que los civiles locales pueden tener, a veces a base de prejuicios y a veces a base de experiencias, de las unidades militares que coexisten en sus poblaciones:

 “Aquí no nos quieren nadita, sólo déjame decirte que ya ha habido varias broncas con los del pueblo, debido a eso hemos golpeado a varios pueblerinos, pero a causa de esos problemas también ellos han puesto en prisión a varios de nuestros compañeros e incluso los han golpeado ya estando presos (…) te voy a decir que poco les falta por lincharnos a algunos de nosotros, pero no lo hacen por temor a represalias de parte del Ejército (…)” (Rodríguez, 2021: 102).

De igual forma, se narran experiencias directamente relacionadas con las consecuencias del estrés postraumático resultado del adiestramiento y las operaciones militares, por ejemplo, la megalomanía del sargento Fierro: “(…) de verdad que ese sargento sí que estaba medio psicópata. Lo bueno que era del bando de los buenos, porque si estuviera del bando de los malos quién sabe de qué cosas hubiera sido capaz (…) el cabo Chávelote [sic] siempre nos asustaba cuando llegaba a las cuadras con su típico diálogo:

“-Miren reclutitas, voy a formar un grupo de adiestramiento especial por las noches llamado Sendero Cabiloso, ahí yo los voy a adiestrar en cosas que no les van a enseñar en su adiestramiento básico sus instructores. Yo les voy a enseñar patrullaje nocturno, emboscadas, reconocimiento de objetivos, formación de patrullas, fabricación de explosivos, evasión y escape (…)” 

Situación a la que otro instructor aconsejaba:

“-Miren reclutas, si el cabo Chávelo [sic] les dice que hagan algo, obedézcanle, porque ese elemento está medio acelerado, de repente se le bota la canica y se acuerda de cuando lo traían sus instructores Kaibiles bien asoleado allá por las montañas en la sierra de Guachochi en el curso CEPOE, es mejor seguirle la corriente porque si no les va a recetar una orden de tablazos.” (Rodríguez, 2020: 184-186). 

Otra situación recurrente en el libro, son los correctivos disciplinarios, ya sean los ejercicios intensos como el paso del oso, paso del alacrán, paso del indio, paso del cocodrilo, o el paso de Cristo, hasta los los cascazos (golpes con el casco de combate) o los tablazos (golpes en el trasero con una tabla de madera, bautizada con nombres diversos, como “La Corregidora”), la misma tabla que utilizaron los criminales del Cártel de Sinaloa para golpear a los ciudadanos que no respetaban la cuarentena ni el uso de cubrebocas en el inicio de la pandemia de COVID-19 (Infobae.com, 18 abril 2020, Consultar aquí).

Tabla de castigo utilizada en el Ejército Mexicano bajo diversos nombres como “La Corregidora”. Fuente: Tumblr, Soldados y Marinos Mexicanos.

El autor reflexiona: “Conforme a las normas y reglamentos de la moral militar todo esto está prohibido y con el típico argumento de “Todo está prohibido y permitido siempre y cuando no te caiga la voladora” con eso se justificaban a cometer sus atropellos, pero más que abusos era un estilo de formación militar” (…) 

– ¿Dónde están tus insignias y tu escarapela? 

-Me las robaron mi teniente,

-Y eso a mí qué. Mata, roba, viola, déjate violar, pero si quieres salir franco tu misión es tener todo tu uniforme sin novedad (…)”. (Rodríguez, 2020: 202, 231, 232).

Situaciones que son difíciles de balancear desde el enfoque de los derechos humanos. Mientras que el Estado espera de la formación militar, es la ejecución de órdenes, sin considerar la posibilidad de objeción de conciencia o los daños colaterales externos o internos, tal y como menciona el libro: “El mando no se equivoca, y si se equivoca vuelve a mandar porque es mando”.

En situaciones extremas, el correctivo disciplinario se pagaba con una estancia de hasta por quince días en una especie de celda de castigo llamada, “El calabozo”, “El Cuartito” o “El Apando” (Rodríguez, 2020: 271, 312). Paradójicamente, el mismo nombre del libro escrito por José Revueltas y dirigido en película por Felipe Cazals, en los cuales se narran las experiencias vividas por Revueltas durante su estancia en la terrible cárcel de Lecumberri, acusado de ser el autor intelectual del movimiento estudiantil de 1968. 

De igual se narran experiencias de la percepción de la tropa sobre la corrupción interna en el Ejército Mexicano, ya sean los instructores que venden comida a los reclutas para un ingreso extra, aprovechando la precariedad e insipidez de la comida servida por el servicio de Intendencia, hasta la falta de colchones en las literas en los dormitorios: 

Pero ¿Qué tal los mandos? Hinchándose algunos de ellos sus bolsillos. La tropa siempre paga los cascos rotos, desde los soldados de leva del siglo XIX” en este aspecto resulta sumamente interesante la percepción indirecta y la narrativa del rumor en el Ejército Mexicano: “El general brigadier [nombre del general] apodado por varios de nosotros como “El Cholo” [del cual] se oían rumores que traía su escuadrón de malandros que hacían trabajos por debajo del agua (…)”,(Rodríguez, 2020: 197, 220, 264, 265).

Este libro forma parte de la memoria escrita de la vieja escuela del Ejército Mexicano, el Ejército Profundo. Aquella escuela de las décadas de los ochenta y noventa, los testigos del incremento de la inseguridad y violencia criminal en México, aquellos que presenciaron la transformación de la Operación Cóndor en la Fuerza de Tarea Marte, aquellos militares a los que les cuesta trabajo entender a la tropa millennial que se toma selfies mientras hace patrullajes en Cheyenne y sube videos a TikTok.

La vieja escuela de militares que mucho menos entienden a un Comandante Supremo que “(…) ya ha puesto en charola de plata a los miembros del Ejército Mexicano ante el crimen organizado son su filosofía de “Abrazos no balazos” (…)”. (Rodríguez, 2020: 154), difícil de contrarrestar aún con el mejor discurso motivacional de los comandantes militares a sus tropas, aún en un medio donde todos los días se pone a prueba el dominio emocional y mental. 

Aquella vieja escuela de militares que popularizó la figura del “Soldado Ti Toca”, una caricatura muy popular en el Ejército Mexicano que describe la situación de los soldados, especialmente los de origen indígena:

“Qui di sirvicio,

Qui acuaitilados,

Qui di guardia,

Qui di Juerza di tarea.

Ni un franquicia,

ni un comisión,

ni un cinta.

Puro ti toca, ti toca, ti toca…

Mijor voy baja.”

Lo valioso de Un soldado siempre será un soldado, es la honestidad con la que su autor describe la vida militar de la tropa, sin mayor pretensión que explicarnos a los civiles “los asquerosos civiles” cómo es la vida diaria de nuestros soldados, o bien, que los militares de tropa en activo y retiro se identifiquen con las experiencias contadas: 

“(…) A veces la gente piensa que los militares no tienen sentimientos, que siempre van cargando una cara de pocos amigos, con un corazón de piedra que no siente, pero antes de ser militares somos humanos, con emociones, sentimientos y pensamientos.” 

Sentencia sellada más adelante por una de las reflexiones finales: 

“¿Quién dijo que el militar no trabaja? Hoy me duele ver cómo la gente critica la función de los militares. Algunos no los bajan de traidores del pueblo y cosas por el estilo, pero me gustaría que se pusieran la camiseta verde olivo o pixelada al menos por un mes para que se dieran cuenta de la verdadera labor que hace el militar, no es una apología a favor de la institución castrense, ya que es de reconocerse que hay malos elementos que han traicionado sus principios, pero siempre lo he dicho y lo seguiré diciendo, esos elementos son minoría dentro del Ejército, son los más que verdaderamente portan con honor y valentía el uniforme. Los menos han traicionado sus convicciones o nunca las han tenido.” (Rodríguez, 2020: 231, 369).

El Ejército Mexicano explicado por sí mismo desde sus entrañas, con los claroscuros de una narrativa autocrítica y honesta, sin ningún tipo de pretensión aspiracional de obligarnos a pensar como militares, sino que nos invita a tener un poco más de empatía por el casi medio millón de hombres y mujeres que actualmente se hacen cargo de la seguridad de casi 130 millones de mexicanos, y que sorpresivamente, emana de la tropa como un grito silencioso que nos deja en claro que una cosa es segura: 

Los civiles no podemos exigirles cuentas a los militares, si al menos no los conocemos en todas sus dimensiones y complejidades. Las fuerzas armadas mexicanas de las que todo el mundo habla, pero muy pocos civiles conocen. En un país donde muchas veces el verbo reemplaza al conocimiento. 

Francos los francos.

Powered By EmbedPress

Paloma Mendoza
Paloma Mendoza

Profesora, investigadora y consultora. Licenciada en Ciencias Políticas y Administración Pública UNAM, Maestra en Gobierno y Asuntos Públicos UNAM, Doctora en Estudios Organizacionales UAM. Es egresada del William J. Perry Center for Hemispheric Defense Studies, CHDS National Defense University, NDU; Washington, D.C así como del ITESM, CIDE y el INACIPE. Ha sido profesora en el Heroico Colegio Militar HCM, de la Escuela de Inteligencia del Centro de Estudios del Ejército y Fuerza Aérea, CEEFA, la Comisión Nacional de Seguridad CNS, entre otros. Paloma Mendoza ha sido conferencista invitada del Centro de Estudios Superiores Navales, CESNAV y la Asociación de Egresados del Colegio de Defensa Nacional. Paloma Mendoza ha publicado diversos artículos científicos en publicaciones indexadas internacionales y forma parte de una nueva generación de mujeres analistas de seguridad, se especializa en temas de seguridad nacional, Fuerzas Armadas Mexicanas, inteligencia, hibridación de los conflictos bélicos y empresas de militares privados.

Comparte

Shares
Etiquetas: