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Cuando la militarización es más que militares

Militarización, SEDENA

El 11 de mayo de 2020, se publicó en el Diario Oficial de la Federación de México, el ACUERDO por el que se dispone de la Fuerza Armada permanente para llevar a cabo tareas de seguridad pública de manera extraordinaria, regulada, fiscalizada, subornidana y complementaria (consultar aquí) el cual reavivó el debate entre especialistas y líderes de opinión sobre la militarización de la seguridad pública y del país.

El objetivo de este articulo no es presentar un análisis sobre dicho Acuerdo debido a que durante la coyuntura se han públicado distintos escritos para criticar el documento (Estefanía VelaInsydeJuan Jesús Garza Onofre, Sergio López Ayllón, Issa Luna Plá, Javier Martín Reyes, Pedro Salazar UgarteRaúl Zepeda GilEduardo Guerrero) sino más bien, enfatizar algunos aspectos de la militarización que muchas veces se omiten dentro de los análisis y que los limita a pensar que únicamente la presencia de militares en las calles y no en sus cuarteles representa este fenómeno.

A partir de mi investigación sobre el proceso de remilitarización del Triángulo Norte de Centroamérica he encontrado, primeramente, que hay dos procesos ligados entre sí, pero distintos en su naturaleza, relacionados con el eje militar y la vida pública del Estado, estos son: militarización y militarismo.

“La militarización es un proceso mediante el cual, diversos ámbitos de las funciones primordiales del Estado adquieren lógicas militares, observando los problemas desde una perspectiva de amenaza o enemigo y trasladando las dinámicas bélicas a la solución de los mismos, por ejemplo, la militarización de las funciones de seguridad pública. Por otro lado, el militarismo es un fenómeno más complejo, que consiste en la preponderancia del poder militar sobre el poder civil en términos políticos y en donde la esfera castrense influye en la toma de decisiones políticas del Estado que van más allá de las del sector seguridad y defensa.” (Arana, 2020: 64).

En diversas ocaciones, se ha leído que la presencia del Ejército Mexicano, por ejemplo, en los proyectos de construcción del Gobierno Federal encabezado por Andrés Manuel López Obrador, son parte de la militarización de México, pero si atendemos a los conceptos anteriores como marco de análisis, nos daremos cuenta que esa situación, representa más bien un avance del militarismo en el país (fenómeno del cual escribiré un artículo proximamente).

Respecto a la militarización, quisiera rescatar a tres analistas para entender mejor la profundidad del fenómeno, más allá de tener militares realizando labores de policia. Por un lado, están Hall y Coyne (2013) quienes refieren que la militarización tiene dos tipos: la directa, que hace referencia a los casos en los que las fuerzas armadas son desplegadas para participar en labores de control interno, y la indirecta, que asocian con los marcos institucionales en los que las policías adquieren de manera paulatina caracteristicas militares, entre las que están estrategias de armamento y táctica.

De lo anterior, se desprende un eje que es muy poco analizado, y es el rol de las instituciones policiales en la militarización más allá del argumento básico que justifica el empleo de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública a partir de la incapacidad policial para atender los problemas de seguridad.

¿Se puede asegurar que las instituciones policiales en México son civiles, es decir, que no tienen aspectos militares? Un ejemplo que puede ayudar a dar una respuesta a esta pregunta: el Programa Rector de Profesionalización es el documento que rige la formación de las personas integrantes de las instituciones policiales. En él, se establece que la formación inicial que recibirán las personas que pretendan ingresar a las Policías del país, deberá contar con una duración de 972 horas y que incluye, entre otros temas “instrucción y disiciplina policial”. Las fuentes de consulta de dicha materia son las siguientes:

Fuente: Programa Rector de Profesionalización

¿Por qué la formación de un cuerpo civil debe tener como base la doctrina y formación militar?

Otro ejemplo tendría que ver con el análisis exhaustivo de las dinámicas de actuación de los integrantes de las instituciones policiales en cuanto si estas se ajustan más a una Policía Orientada a la Solución de Problemas o a una Policía de Proximidad en donde los niveles de fuerza que se emplean son más encaminados a la verbalización y la negociación, o si se ajusta más a una Policía de Reacción, en donde los niveles de fuerza se ajustan más al empleo de fuerza física o el arma de fuego. Al respecto, recomiendo seguir las investigaciones de Sergio Padilla Oñate y de Carlos Silva Forné, quienes han iniciado un esfuerzo importante para analizar el cómo se comportan no sólo las fuerzas armadas sino las policias en México (Tortura en la guerra contra el narcotráfico en México, entre la militarización, el control político y el nuevo sistema de justicia penal ) así como de Gustavo Flores Macías y Jessica Zarkin en el caso de América Latina como región (The Militarization of Law Enforcement: Evidencie from Latin America).

El tercer académico que me parece importante rescatar para profundizar en el análisis de la militarización en México, es a Mark Shaw (2018), quien refiere que es importante analizar las motivaciones de los actores de seguridad para comprender mejor el fenómeno, es decir, no sólo analizar el discurso político del poder ejecutivo, y toma en cuenta tres factores escenciales para hablar de un proceso de militarización, los cuales son: el lenguaje de guerra, el tiempo estratégico, y el interés institucional. De estos tres aspectos, enfocaré mi análisis en el primero.

Para Shaw, el lenguaje de guerra, como el empleo de las palabras luchar, combatir, guerra, batalla, entre otras, provee un espacio para las burocracias con la finalidad de plantear otras respuestas militarizadas y puede representar un proceso de militarización interna a desarrollarse. Ejemplos de esto hay bastantes, siendo posiblemente los más mediáticos “la guerra contra el narcotráfico” de Felipe Calderón Hinojosa, “la lucha contra la corrupción” y la “guerra contra el huachicol” de Andrés López Obrador, y la más actual “el combate al Covid-19” en el mundo (al respecto de este último, recomiendo la accesible reflexión de Mariano Beltrán La banalización de la guerra.)

Pero no debemos limitar el análisis del discurso o de la forma de comunicarse, únicamente a los aparatos del Estado para entender las profundas raices de la militarización en nuestra sociedad. En el vocabulario recurrente de analistas, académicos y personas en general, el lenguaje de guerra es el día a día. Se habla de seguridad pública al mismo tiempo que de combate al crimen organizado, se habla de ineficiencia del sistema de justicia al mismo tiempo que de luchar contra la impunidad, se habla de violencia contra las mujeres al mismo tiempo que se menciona la importancia del combate a la violencia de género, y la lista sigue.

En la película “Arrival” (en español “La llegada”) el personaje de Amy Adams, Louise Banks, una reconocida lingüista, refiere en una escena que en algunas ocasiones, las palabras “herramienta” y “arma” son utilizadas como sinónimo, por lo que en la traducción que se estaba realizando en el momento, era importante conocer el contexto para no tergiversar el mensaje y condicionar la respuesta. Es decir, las palabras, condicionan muchas veces nuestras acciones, y aunque muchas de ellas sean empleadas indistitntamente, las consecuencias de llevar a cabo una acción conforme dicha palabra, puede tener efectos opuestos.

“Necesitamos mejores policías para combatir la inseguridad” es diferente a “Necesitamos mejores policías para solucionar los problemas de seguridad”. En la primera oración, condicionamos la acción a una amenaza con la que se debe luchar, en la segunda oración, centramos la atención en un problema. Las palabras tienen un efecto importante en lo que hacemos y en lo que consideramos más adecuado para una situación en concreto. Que las personas hablen más de combatir o luchar contra la inseguridad que de solucionar o atender los problemas de inseguridad, puede ser una vertiente adicional al análisis de por qué las fuerzas armadas mantienen una aceptación social para realizar funciones de seguridad pública que se contrapone con la opinión de diversos analistas y académicos.

Fuente: Periódico Reforma

Es así, como el análisis del proceso de militarización no puede limitarse únicamente al eje de la presencia de los integrantes de las fuerzas armadas en las calles realizando labores ajenas a la defensa y seguridad nacional, sino que debe responder a todas las variables que le componen, de las cuales en este artículo mencionamos sólo algunas (y nos falta hablar de militarización, patriarcado y feminismo).

Para desmilitarizar el país, no bajo la perspectiva limitada de desaparecer a las fuerzas armadas o límitar su poder porque sí (de la cual escribiré otro articulo más adelante), sino bajo una perspectiva amplia, no sólo necesitamos controles civiles para las fuerzas armadas, sino tambien procesos civiles para las policías que tanto se insiste son la solución al problema; no sólo necesitamos que el Presidente y los funcionarios de gobierno dejen de hablar de combatir el crimen y la violencia, o cualquier otro aspecto que requiera la atención gubernamental a partir de políticas públicas democráticas y basadas en evidencia, sino también necesitamos desprendernos de esos términos en nuestro vocabulario habitual y utilizarlos cuando corresponde.

Basta de frases como “librar la batalla contra el cáncer, el Covid-19, el ébola, o cualquier otra enfermedad”. Basta de luchar y combatir todo aquello que tenemos enfrente. No avanzaremos en lo que vemos más urgente, sino nos enfocamos en lo esencial, limitar el lenguaje de guerra.

Pendiente:

César Gutiérrez Priego, escribió el 19 de mayo la columna de opinión titulada ¿Y si militarizamos la 4T?  (consulta aquí) la cual encontré sumamente interesante porque hacía referencia a ciertos aspectos que se han asociado como casi propios de las instituciones militares pero que no necesariamente corresponden a una dinámica bélica o de guerra como para encasillarlos en militarización bajo el concepto empleado en este artículo y mis investigaciones en la materia, los cuales están englobados en lo que Samuel P. Huntington denomina como “profesionalización”. Para desarrollar en otro artículo definitivamente.

Daira Arana
Daira Arana

Internacionalista. Investigando sobre las causas de la militarización de la seguridad pública en Centroamérica y la policiación de las fuerzas armadas.

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